Quiero que esta carta sea un trébol de
cuatro hojas. Dedico este trébol a la Juventud Comunista de mi patria.
La primera hoja es la de la alegría. Los jóvenes deben también aprender a ser
jóvenes, y esto no es tan sencillo. Yo fui un muchacho enlutado. Cayó sobre mi
vida la tristeza de los pobres pueblos del sur, el grito de la lluvia, la
intransigente soledad. Más tarde encontré que la vida, mientras más serios
problemas nos propone, mientras más difícil sea el descubrimiento de nuestro
camino, cuanto más grave sea el sentimiento de la injusticia social, más
razones tenemos para sentirnos dignos de nuestra responsabilidad. Así
descubrimos el camino de la alegría, que comienza en nosotros mismos y luego
quiere compartirse y repartirse. Luchamos porque nuestra alegría pueda ser
compartida y repartida en toda la tierra.
La segunda hoja es la de la conciencia. Partimos desde la conciencia de un mundo
deformado por el interés, por la rutina, por la codicia, por la hipocresía. El
capitalismo y el imperialismo se cubren con una máscara que dice "mundo
libre", y bajo esa máscara se esconden el terror, la represión de clase,
la perversidad social. Los jóvenes deben partir de esta conciencia: la de una
sociedad que debemos elevar a la dignidad del hombre, a la dignidad suprema del
hombre. Y esta dignidad no existirá sin la lucha común que la haga realidad.
Los jóvenes comunistas tienen el deber de representar esta conciencia,
continuar y renovar esta lucha y hacer realidad los más antiguos sueños del
hombre.
La tercera hoja es la de la seguridad. Cuando los primeros comunistas
expresaron su verdad, fueron acusados de falsos, de traidores, de extranjeros,
de ilusorios. Hoy, inmensas naciones viven en la Revolución. Los comunistas
fueron martirizados, agredidos, calumniados. Hoy pesan en los destinos del
mundo. Ayer los comunistas eran acusados de explosivos, de extremistas, de
fieras humanas. Hoy son acusados de reformistas, de pacatos, de prudentes. Son
los mismos enemigos de ayer los que quieren detener el cauce organizado de la
Revolución. Se vistan de conservadores, de fascistas, de ultra izquierdistas,
bajo sus vestiduras tienen el mismo rostro. Saben que los comunistas han
cambiado la historia. Ellos, de una o de otra manera, han coincidido en el
anticomunismo para detenerla en su marcha. Pero la historia se mueve hacia
adelante, dejando atrás a los retardatarios y a los impacientes.
La cuarta hoja es la del Partido. Yo era ya un hombre cuando entré a la
familia de los comunistas chilenos. Había atravesado la soledad. Había sentido
y comprendido tragedias, desdichas, catástrofes. Había pasado por guerras y
derrotas, por golpes y victorias. Creía ya saberlo todo. Pero encontré, dentro
de mi Partido y andando por pueblos y caminos a través de la extensión de
América y Chile, que tenía mucho que aprender, y cada día hombres anónimos,
desconocidos hasta entonces, me dieron las mayores lecciones de sabiduría, de
rectitud, de firmeza. Nadie debe creerse superior al Partido. Este sentimiento
de modestia no significa vasallaje, sino superación de lo personal, aprendizaje
de una disciplina que nos conduce siempre a la verdad.
Jóvenes
comunistas: éste es el trébol de cuatro hojas que les mando desde lejos. Mis
ojos y mi corazón siguen en Chile. Buena suerte.
Pablo Neruda
Saludo escrito por el poeta comunista Pablo Neruda el 19 de
septiembre de 1972 en París, para el 7º congreso de la Jota.
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