MARXISMO Y
REVISIONISMO
V. I. Lenin
Escrito: En la segunda quincena de marzo, no más tarde que el 3 (16)
de abril de 1980.
Primera edición: En San Petersburgo, Rusia, entre el 25 de septiembre (8 de octubre) y el 2 (15) de octubre de 1908 en Carlos Marx (1818-1883) con la firma: "Vl. Ilín".
Fuente: Biblioteca de Textos Marxistas.
Preparado para el MIA: Por Juan Fajardo, abril de 2000.
Primera edición: En San Petersburgo, Rusia, entre el 25 de septiembre (8 de octubre) y el 2 (15) de octubre de 1908 en Carlos Marx (1818-1883) con la firma: "Vl. Ilín".
Fuente: Biblioteca de Textos Marxistas.
Preparado para el MIA: Por Juan Fajardo, abril de 2000.
Es bien conocido el aforismo que dice que
si los axiomas geométricos afectasen los intereses de la gente, seguramente
habría quien los refutase. Las teorías de las ciencias naturales, que han
chocado con los viejos prejuicios de la teología, provocaron y siguen
provocando hasta hoy la oposición más enconada. Nada tiene de extraño, pues,
que la doctrina de Marx, que sirve en forma directa a la educación y
organización de la clase de vanguardia de la sociedad moderna, que señala las
tareas de esa clase y demuestra la sustitución inevitable -- en virtud del
desarrollo económico -- del régimen actual por un nuevo orden, haya debido
luchar por conquistar cada uno de sus pasos.
Inútil es decirlo,
esto aplicado a la ciencia y la filosofía burguesas, oficialmente enseñadas por
profesores oficiales para embrutecer a las nuevas generaciones de las clases
poseedoras y "adiestrarlas" contra los enemigos exteriores e
interiores. Esta ciencia no quiere oir hablar de marxismo y lo proclama
refutado y aniquilado; Marx es atacado con igual celo por los jóvenes doctos que
hacen carrera refutando el socialismo, como por los decrépitos ancianos que
conservan la tradición de toda suerte de anticuados "sistemas". Los
avances del marxismo y la difusión y el afianzamiento de las ideas marxistas
entre la clase obrera provocan inevitablemente la reiteración y agudización de
esos ataques burgueses contra el marxismo, que sale más fuerte, más templado y
vitalizado de cada uno de sus "aniquilamientos" por la ciencia
oficial.
Pero, aun entre
las doctrinas vinculadas a la lucha de la clase obrera y difundidas de modo
predominante entre el proletariado, el marxismo de ningún modo consolidó su
posición de golpe, ni mucho menos. Durante el primer medio siglo de su
existencia (desde la década del 40 del siglo XIX) luchó contra teorías que le
eran profundamente hostiles. En la primera mitad de la década del 40, Marx y
Engels ajustaron cuentas con los jóvenes hegelianos radicales, cuyo punto de
vista era el del idealismo filosófico. A fines de esa década, en el campo de
las doctrinas económicas pasó a primer plano la lucha contra el proudhonismo.
Esta lucha terminó en la década del so con la críiica de los partidos y
doctrinas que habían surgido en el turbulento año 1848. En la década del 60, al
expulsar al baliuninismo1 de
la Internacional, la lucha se desplazó del campo de la teoría general a un
campo más cercano al movimiento obrero propiamente dicho. A comienzos de la
década del 70, se destacó en Alemania, por breve tiempo, el proudhonista
Mühlberger; a fines de ese período, el positivista Dühring. Pero la influencia
de uno y otro sobre el proletariado era ya insignificante. El marxismo había
alcanzado un indiscutible triunfo sobre todas las otras ideologías del
movimiento obrero.
En lo fundamental,
este triunfo culminó en la década del 90 del siglo pasado. Hasta en los países
latinos, donde se habían mantenido las tradiciones del proudhonismo por más
tiempo, los partidos obreros estructuraron sus programas y su táctica sobre
bases marxistas. Al reanudarse en forma de congresos internacionales
periódicos, la organización internacional del movimiento obrero, se colocó, en
lo esencial, inmediatamente y casi sin lucha, en el terreno del marxismo. Pero
cuando el marxismo hubo desplazado a todas las doctrinas más o menos integrales
que le eran hostiles, las tendencias que en ellas se albergaban comenzaron a
buscar otros caminos. Las formas y las causas de la lucha cambiaron, pero la
lucha continuó. Y el marxismo comenzó su segundo medio siglo de existencia
(década del 90 del siglo pasado) enfrentando una corriente hostil en el mismo
marxismo.
El ex-marxista
ortodoxo Bernstein dio su nombre a esta corriente al proclamar con gran
alharaca y con grandilocuentes expresiones las enmiendas de Marx, la revisión
de Marx, el revisionismo. Aun en Rusia, donde -- debido al atraso económico y a
la preponderancia de la población campesina oprimida por los vestigios de la
servidumbre -- el socialismo no marxista se ha mantenido durante mucho tiempo,
hoy se convierte sencillamente en revisionismo ante nuestros propios ojos. Y lo
mismo en el problema agrario (programa de municipalización de toda la tierra)
que en las cuestiones programáticas y tácticas de índole general, nuestros
socialpopulistas fueron sustituyendo cada vez más con "enmiendas" a
Marx los restos agonizantes y caducos del viejo sistema, coherente a su modo y
profundamente hostil al marxismo.
El socialismo
premarxista ha sido derrotado. Continúa luchando ya no en su propio terreno,
sino en el del marxismo, como revisionismo. Examinemos, pues, cuál es el
contenido ideológico del revisionismo.
En el campo de la
filosofía, el revisionismo iba a remolque de la "ciencia" académica
burguesa. Los profesores "retor naban a Kant", y el revisionismo se
arrastraba tras los neokantianos2; los profesores repetían las vulgaridades que
los curas habían pronunciado mil veces contra el materialismo filosófico, y los
revisionistas, sonriendo complacidos, murmuraban (repitiendo palabra por
palabra el último manual) que el materialismo había sido "refutado"
desde hacía mucho tiempo. Los profesores trataban a Hegel como a "perro
muerto", y mientras ellos mismos predicaban el idealismo, solo que mil veces
más mezquino y superficial que el hegeliano, encogiéndose desdeñosamente de
hombros ante la dialéctica, los revisionistas se hundían tras ellos en el
pantano del envilecimiento filosófico de la ciencia, sustituyendo la
"sutil" (y revolucionaria) dialéctica por la "simple" (y
pacífica) "evolución". Los profesores ganaban su sueldo oficial
ajustando sus idealistas y "críticos" sistemas a la dominante
"filosofía" medieval (es decir, a la teología), y los revisionistas
se acercaban a ellos, esforzándose por hacer de la religión un "asunto
privado", no en relación al Estado moderno, sino en relación al partido de
la clase de vanguardia.
No se necesita
decir el verdadero significado de clase de semejantes "enmiendas" a
Marx: es bien evidente. Sólo señalaremos que Plejánov fue el único marxista en
la social democracia internacional que criticó desde el punto de vista del
materialismo dialéctico consecuente aquellas increíbles necedades acumuladas
por los revisionistas. Es tanto más necesario subrayar esto con fuerza, por
cuanto en nuestro tiempo se hacen tentativas profundamente erróneas, destinadas
a presentar el viejo y reaccionario fárrago filosófico bajo pretexto de crítica
del oportunismo táctico de Plejánov.*]
Pasando a la
economía política, es necesario señalar, ante todo, que en esta esfera las
"enmiendas" de los revisionistas eran muchísimo más multifacéticas y
minuciosas; se trataba de sugestionar al público con "nuevos datos sobre
el desarrollo económico". Se decía que la concentración y desplazamiento
de la pequeña producción por la gran producción no se opera de ningún modo en
la agricultura y con extrema lentitud en el comercio y la industria. Se decía
que las crisis se han vuelto ahora más raras y débiles, y que los cártels y
trusts probablemente harían capaz al capital de eliminarlas por completo. Se
decía que la "teoría de la bancarrota" hacia la cual marcha el
capitalismo es inconsistente debido a que las contradicciones de clase tienden
a suavizarse y atenuarse. Y, por último, se decía que no estaría mal corregir
también la teoría del valor de Marx de acuerdo con Bohm-Bawerk3.
La lucha contra
los revisionistas en torno de estas cuestiones sirvió para reavivar de manera
fecunda el pensamiento teórico del socialismo internacional, tal como había
ocurriclo veinte años antes con la polémica de Engels contra Dühring. Los
argumentos de los revisionistas fueron analizados con hechos y cifras en la
mano. Se demostró que embellecían sistemáticamente la pequeña producción
actual. Datos irrefutables prueban la superioridad técnica y comercial de la
gran producción sobre la pequeña, no sólo en la industria, sino también en la
agricultura. Pero la producción de mercancías está mucho menos desarrollada en
la agricultura y, por lo general, los estadísticos y economistas actuales no
saben destacar las ramas especiales y, a veces, incluso las operaciones de la
agricultura que expresan de qué manera la agricultura es progresivamente
arrastrada al proceso de intercambio de la economía mundial. La pequeña
producción se sostiene sobre las ruinas de la economía natural debido al
constante empeoramiento de la alimentación, el hambre crónica, la prolongación
de la jornada de trabajo, el deterioro de la calidad y atención del ganado; en
una palabra, debido a aquellos mismos métodos con que se sostuvo también la
producción artesanal contra la manufactura capitalista. En la sociedad
capitalista, cada avance de la ciencia y la técnica socava, inevitable e
inexorablemente, los cimientos de la pequeña producción. Y la tarea de la
economía política socialista consiste en investigar este proceso en todas sus
formas, no pocas veces complejas e intrincadas, y demostrar al pequeño
productor la imposibilidad de sostenerse en el capitalismo, la situación
desesperada de las explotaciones campesinas en el régimen capitalista y la
necesidad de que el campesino adopte el punto de vista del proletariado. Ante
la cuestión que nos ocupa, los revisionistas cometieron el pecado, en el
aspecto científico, de generalizar superficialmente algunos hechos tomados de
manera unilateral, al margen de su conexión con el sistema del capitalismo en
su conjunto; y en el aspecto político, cometieron el pecado de que,
inevitablemente, quisieran o no, invitaron o empujaron a los campesinos a tomar
la actitud del propietario (es decir, la actitud de la burguesía), en vez de
instarlos a adoptar el punto de vista del proletariado revolucionario.
El revisionismo
salió aún peor parado en lo que se refiere a la teoría de las crisis y a la
teoría de la bancarrota. Sólo personas muy poco perspicaces y durante muy poco
tiempo podían pensar en modificar los fundamentos de la doctrina de Marx bajo
la influencia de algunos años de animación y prosperidad industrial. Muy pronto
la realidad se encargó de enseñar a los revisionistas que las crisis no eran
cosa del pasado: la prosperidad fue seguida por la crisis. Cambiaron las formas,
la sucesión, el cuadro de las distintas crisis pero éstas seguían siendo parte
integrante, inevitable, del régimen capitalista. Mientras unifican la
producción, los cártels y trusts, simultáneamente, y en forma visible para
todos, agravan la anarquía de la producción, la inseguridad de la vida del
proletariado y la opresión del capital, agudizando así las contradicciones de
clase en grado sin precedentes. Los modernos, gigantescos trusts ponen en
evidencia, de modo bien palpable y en inmensas proporciones, que el capitalismo
marcha hacia la bancarrota, tanto en el sentido de las crisis políticas y
económicas aisladas como en el del hundimiento completo de todo el régimen. La
reciente crisis financiera en Norteamérica y el horroroso crecimiento de la desocupación
en toda Europa, sin hablar de la próxima crisis industrial, de la que asoman no
pocos síntomas, han hecho que las rccientes "teorías" de los
revisionistas fueran olvidadas por todos, incluidos al parecer muchos de ellos
mismos. Las que no deben olvidarse son las enseñanzas que esta inestabilidad de
los intelectuales ha brindado a la clase obrera.
Con respecto a la
teoría del valor, sólo es necesario decir que, aparte de alusiones y suspiros
muy vagos, al estilo de Bohm-Bawerk, los revisionistas no aportaron
absolutamente nada ni dejaron, por tanto, ninguna huella en el desarrollo del
pensamiento científico.
En la esfera
política, el revisionismo intentó revisar realmente los fundamentos del
marxismo, o sea, la teoría de la lucha de clases. La libertad política, la
democracia, el su frngio universal -- nos decían los revisionistas -- destruyen
el terreno para la lucha de clases y desmienten la vieja tesis del Manifiesto
Comunista de que los obreros no tienen patria. Puesto que en la democracia
prevalece "la voluntad de la mayoría", según ellos, no se debe
considerar al Estado como órgano de dominación de clase ni negarse a establecer
alianzas con la burguesía progresista, socialreformista, contra los
reaccionarios.
Es indiscutible
que estas objeciones de los revisionistas se reducían a un sistema bastante
armónico de concepciones, a saber: las bien conocidas concepciones
liberalburguesas. Los liberales han dicho siempre que el parlamentarismo
burgués destruye las clases y diferencias de clase, ya que todos los ciudadanos
sin distinción gozan del derecho a votar e intervenir en los asuntos de Estado.
Toda la historia de Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, toda la
historia de la revolución rusa a comienzos del siglo XX en señan de manera
patente lo absurdo de tales conceptos. Con las libertades del capitalismo
"democrático", las diferencias económicas, lejos de atenuarse, se
acentúan y agravan. El parlamentarismo no elimina, sino que pone al desnudo el
carácter innato de las repúblicas burguesas más democráticas como órganos de
opresión de clase. Al ayudar a ilustrar y organizar a masas de población
incomparablemente más vas tas que las que antes participaban en forma activa en
los acontecimientos políticos, el parlamentarismo no contribuye a la eliminacion
de las crisis y revoluciones políticas, sino a la agudización de la guerra
civil durante esas revoluciones. Los acontecimientos de París, en la primavera
de 1871, y los de Rusia, en el invierno de 1905, revelaron con suma claridad
que dicha agudización se produce indefectiblemente. Para aplastar el movimiento
proletario, la burguesía francesa no vaciló ni un segundo en pactar con el
enemigo de toda la nación, con las tropas extranjeras que habían arruinado a su
patria. Quien no comprenda la inevitable dialéctica interna del parlamentarismo
y de la democracia burguesa, que lleva a solucionar la disputa por la violencia
de las masas de un modo todavía más tajante que en tiempos anteriores, jamás
podrá, basándose en ese parlamentarismo, realizar una propaganda y agitación
consecuente y de principio que prepare realmente a las masas obreras para una
participación victoriosa en tales "disputas". La experiencia de las
alianzas, acuerdos, bloques con el liberalismo socialreformista en la Europa
Occidental y con el reformismo liberal (kadetes) en la revolución rusa, muestra
de manera convincente que esos acuerdos, al unir a los elementos combativos con
los elementos menos capaces de luchar, con los más vacilantes y traidores, sólo
embotan la conciencia de las masas, y no refuerzan, sino que debilitan la
importancia real de su lucha. El millerandismo francés -- la más grande
experiencia de aplicación de la táctica política revisionista en una escala de
amplitud realmente nacional -- nos ha ofrecido una valoración práctica del
revisionismo que el proletariado del mundo entero jamás olvidará.
El complemento
natural de las tendencias económicas y políticas del revisionismo era su
actitud hacia la meta final del movimiento socialista. "El objetivo final
no es nada; el movimiento lo es todo": esta expresión proverbial de
Bernstein pone en evidencia la esencia del revisionismo mejor que muchas largas
disertaciones. Determinar su comportamiento caso por caso, adaptarse a los
acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los
intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el
régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo, sacrificar esos
intereses cardinales en aras de las ventajas verdaderas o supuestas del
momento: ésta es la política del revisionismo. Y de la esencia misma de esta
política se deduce, con toda evidencia, que puede adoptar formas infinitamente
diversas y que cada problema más o menos "nuevo", cada viraje más o
menos inesperado e imprevisto de los acontecimientos -- aunque sólo altere la
línea fundamental del desarrollo en proporciones mínimas y por el plazo más
corto --, provocará siempre, sin falta, una u otra variedad de revisionismo.
El carácter
inevitable del revisionismo está determinado por sus raíces de clase en la
sociedad actual. El revisionismo es un fenómeno internacional. Para ningún
socialista que reflexione y tenga un mínimo de conocimientos puede existir ni
la más pequeña duda de que la relación entre ortodoxos y bernsteinianos en
Alemania, entre guesdistas y jauresistas4 (ahora,
en particular, broussistas) en Francia, entre la Federación Socialdemócrata y
el Partido Laborista Independiente en Inglaterra, entre Brouckere y Vandervelde
en Bélgica, entre integralistas5 y
reformistas en Italia, entre bolcheviques y mencheviques en Rusia es, en todas
partes, en lo sustancial, una y la misma pese a la inmensa diversidad de las
condiciones nacionales y de los factores históricos en la actual situación de
todos esos países. En realidad, la "división" en el movimiento
socialista internacional de nuestra época se produce ya, ahora, en los diversos
países del mundo, esencialmente en una misma línea, lo cual muestra el
formidable paso adelante que se ha dado en comparación con lo que ocurría hace
30 ó 40 años, cuando en los diversos países luchaban tendencias heterogéneas dentro
del movimiento socialista internacional único. Y ese "revisionismo de
izquier da" que se perfila hoy en los países latinos como
"sindicalismo revolucionario"6 se
adapta también al marxismo "enmendándolo": Labriola en Italia,
Lagardelle en Francia, apelan muy a menudo del Marx mal comprendido al Marx
bien compreadido.
No podemos
detenernos a examinar aquí el contenido ideológico de este revisionismo, que
dista mucho de estar tan desarrollado como el revisionismo oportunista y que no
se ha trasformado en internacional, ni afrontado una sola batalla práctica
importante con el partido socialista de ningún país. Por eso, nos limitaremos
al "revisionismo de derecha" descrito antes.
¿En qué descansa
su carácter inevitable en la sociedad capitalista? ¿Por qué es más profundo que
las diferencias de las particularidades nacionales y el grado de desarrollo del
capitalismo? Porque en todo país capitalista existen siempre, al lado del
proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños propietarios. El
capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña
producción. Una serie de nuevas "capas medias" son inevitablemente
formadas, una y otra vez por el capitalismo (apéndices de las fábricas, trabajo
a domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país para hacer frente a
las exigencias de la gran industria, por ejemplo de la industria de bicicletas
y automóviles, etc.). Esos nuevos pequeños productores son nuevamente
arrojados, de modo no menos infalible, a las filas del proletariado. Es muy
natural que la concepción del mundo pequeñoburguesa irrumpa una y otra vez en
las filas de los grandes partidos obreros. Es muy natural que así suceda, y así
sucederá siempre hasta llegar a la revolución proletaria,pues sería un profundo
error pensar que es necesario que la mayoría de la población se proletarice
"por completo" para que esa revolución sea posible. La experiencia
que hoy vivimos, a menudo sólo en el campo ideológico, es decir las discusiones
sobre las enmiendas teóricas a Marx; lo que hoy surge en la práctica sólo en
problemas aislados y parciales del movimiento obrero tales como las diferencias
tácticas con los revisionistas y la división que se produce en base a ellas,
todo ello lo experimentará en escala incomparablemente mayor la clase obrera
cuando la revolución proletaria agudice todos los problemas en litigio,
concentre todas las diferencias en los puntos que tienen la importancia más
inmediata para determinar la conducta de las masas, y en el fragor del combate
haga necesario separar los enemigos de los amigos, echar a los malos aliados
para asestar golpes decisivos al enemigo.
La lucha
ideológica, librada a fines del siglo XIX por el marxismo revolucionario contra
el revisionismo no es más que el preludio de los grandes combates
revolucionarios del proletariado que, pese a todas las vacilaciones y
debilidades de los filisteos, avanza hacia el triunfo completo de su causa.
NOTAS
* Ver el libro Ensayos
sobre la filosofia del marxismo, de Bogdánov, Bazárov y otros. No es
oportuno analizar aquí este libro y, por el momento, me limito a manifestar que
en un futuro próximo demostraré en una serie de artículos, o en un folleto
especial, que todo lo que en él se dice sobre los revisionistas neokantianos
guarda también relación, en sustancia, con estos "nuevos"
revisionistas neohumistas y neoberkelianos. (Véase V. I. Lenin, Materialismo
y empiriocriticismo)
1 El bakuninismo: corriente anarquista cuya
denominación tiene origen en M. A. Bakunin. El bakuninismo formuló la teoría de
la "igualación" de las clsses, consideró que la abolición del derecho
de sucesión era punto inicial de la revolución social y preconizó el abandono
de todas las actividades políticas de la clase obrera. La tesis fundamental del
bakuninismo era la negación de la dictadura del proletariado y de su partido,
sostuvo que el Estado era fuente de todo tipo de desgracias, por lo que debía
ser abolido de todas maneras. Y, finalmente, cayó en la anarquía. El
bakuninismo era enemigo encarnizado del marxismo. Bakunin y sus seguidores
efectuaron en la I Internacional actividades conspirativas escisionistas
intentando en vano usurpar la dirección del movimiento obrero internaeional. En
1872 Bakunin fue expulsado de la I Internacional. Marx y Engels condenaron severamente
la teoría y la táctica de los bakuninistas. Lenin calificó esa corriente como
"la concepción del pequeñoburgués que no tiene esperanza de
salvarse". (V. I. Lenin, "En memoria de Herzen", Obras
Completas, t. XVIII.)
2 Neokantianos: partidarios de la corriente
filosófica burguesa surgida en Alemania en la segunda mitad del siglo XIX.
Reproducía las tesis idealistas más reaccionarias de la filosofía de Kant. Bajo
la consigna de "retorno a Kant", los neokantianos combatían el
materialismo dialéctico e histórico, trataban de conciliar la ciencia con la
filosofía idealista de Kant, negaban la "cosa en sí", rechazaban la
admisión de ley objetiva de la sociedad. En la socialdemocracia alemana, los
neokantianos (E. Bernstein, C. Schmidt y otros) revisaron la filosofía de Marx,
su teoria económica y sus tesis sobre la lucha de clases y la dictadura del
proletariado. En Rusia, los partidarios del neokantismo fueron los "marxistas
legales", los eseristas y mencheviques.
3 Eugen Böhm-Bawerk fue un vulgar economista
burgués austríaco, uno de los representantes de la llamada "eseuela
austríaca" en economía política. Se oponia a la teoría marxista de la
plusvalía, afirmaba que la gananeia surge como diferencia entre la valoración
subjetiva de los bienes actuales y la de los futuros, y no como resultado de la
explotación de los obreros por los capitalistas. Encubriendo las
contradicciones del capitalismo, trató de distraer la atención de la clase
obrera de la lucha revolucionaria.
4 Jauresistas: partidarios del socialista
francés J. Jaures, quien conjuntamente con A. Millerand, formó en los años 90
del siglo XIX el grupo de los "socialistas independientes", y
eneabezó el ala derecha, reformista, del movimiento socialista de Francia. Con
el pretexto de una supuesta "libertad de crítica", los jauresistas
propugnaban la revisión de las tesis fundamentales del marxismo y predicaban la
colaboración de clase del proletariado con la burguesía. En 1902 formaron el
Partido Socialista Francés, de tendencia reformista.
5 Los integralistas: partidarios de una
corriente socialista pequeñoburguesa en el movimiento obrero de Francia, Italia
y Bélgica de fines del siglo XIX. Ellos se pronunciaban porque el socialismo se
apoyase no sólo en la clase obrera, sino en "todos los que sufrían",
sin distinción de clase, defendían la paz entre las clases y combatían la lucha
de clases. Los representantes principales de los integralistas eran el francés
Benoit Malon y el italiano Enrico Ferri. En la década del 90, sobre una serie
de problemas lucharon los integralistas italianos contra los reformistas que
ocupaban posiciones oportunistas extremas y colaboraban con la burguesía
reaccionaria.
6 Sindicalismo revolucionario: corriente
semianarquista pequeñoburgue sa aparecida en el movimiento obrero de varios
países de Europa Occidental a fines del siglo XIX. Los sindicalistas negaban la
nccesidad de la lucha política de la clase obrera, el papel dirigente del
partido y la dictadura del proletariado. Consideraban que los sindicatos
pueden, organizando la huelga general de los obreros, derrocar el capitalismo
sin revolución y tomar en sus manos la dirección de la producción.